miércoles, 9 de mayo de 2007

OTRA VEZ

(PRIMER RELATO RESPUESTA, AL AIRE EN EL UMBRAL DEL 9 DE MAYO. LEED Y ESCUCHAD, OH UMBRALISTAS) Casi ni se aceleraba. Pero ese día los nervios sobrepasaron su raya. Abre la puerta de su departamento, hace el primer paso y encuentra una boleta. Los carteros del Apocalipsis habían llegado esa mañana: “150 pesos de teléfono la puta madre”. Dolió como si se hubieran olvidado la anestesia. Se fija en la mesita ratona y ve tres sobres más, parecía que el mundo estaba por terminar para él (cuando se enoja desborda el vaso de agua). Casi una gota toca su pómulo (efectivamente el mundo estaba por terminar). Esa mañana esperó una hora al que le debía guita y no llegó "… no se qué cree ese, que me voy a olvidar”. Trabajar catorce horas y recibir 700 pesos no es equilibrio, ni mucho menos armonía “Bueno, qué le voy a hacer, es lo que hay. Mejor prendo el tele y me relajo un poco”, se repetía sin ánimo. Pero nunca se lo imaginó, mucho menos lo soñó “…dónde puta está el control remoto” busca, busca… muchos, muchos papeles y nada, esa cajita cuadrada no estaba. La sangre le apretaba la vena pero el insolente no se mostraba (el silencio del lugar, una calle sin salida). Me pregunto cómo se ha dejado llevar a esa calle sin salida…Apretaba el puño, los ojos grandes estallaban de par en par y no, no lo veía. Primero buscaba a la altura de su estómago: la mesa, el escritorio, dos pasos mas allá en la cocina, tres a la izquierda en su habitación, en la cama, en el ropero y el vacío era más grande. En segundo lugar buscaba a la altura de sus pies: debajo de la mesa, de las sillas, de la cocina. Fue más allá y se agachó debajo de la cama. Le dio el puñetazo que el piso se merecía y no quiso buscar más. Y la vida siguió igual que las cosas sin mucho sentido. Prendió el tele manualmente y dejó el único canal que se puede ver sin el control remoto. La sangre dio tregua y se calmó, piensa: “Cómo pudo sucederme a mi ¿Quién me lo ha robado? Yo no hice trato con el destino” La libertad es siempre paradójica. Cigarrillo en la boca, copa de vino en la mesa y, por último, un sándwich de salame en la mano. Las cosas no dejan de mejorar. En la tele, una de amor… Miró el techo, exhaló el aire y de vuelta derrotado “Hace un año que me dejó y el agridulce no se va. La odio pero ni la pienso olvidar…” los músculos faciales lo hacían mirar la tele, no lo dejaban relajar. Las escenas en la cama le molestaban, no se por qué. La historia coincidía con la propia y eso le producía cierto fastidio. “¿Los directores no tendrán otro tema que no hastíe a la gente, que no coincida con todas las demás?” Está dormido y finge que duerme, la misma mosca se posa en su boca y sin embargo la vida va a terminar. No importaba cuándo (ni siquiera ahora), se aleja corriendo de la cama. La ropa ya no estaba en su cuerpo, su boca sucia repetía “la puta madre”, la velocidad empezaba a crecer (desde el séptimo piso a la vereda hay veintiún metros) y entonces ¿para que sirve la meditación?: se cree que el buda habría alcanzado el nirvana mientras meditaba bajo un árbol. Este lugar no parecía un árbol pero él no dejaba de meditar. Se libera totalmente de la avaricia, el odio y la ignorancia y piensa: “la libertad nunca ofrece protección…” entre otras cosas. La velocidad decreció muy rápido (llegó a la vereda) y él no paraba en su mejoría. Silencio seco, insoportable, impalpable, y de vuelta a empezar.

Nacho Scerbo

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