lunes, 14 de mayo de 2007

LA VENGANZA

(LOS PERSONAJES DE ESTA HISTORIA SON FICTICIOS... ETC)
Lo raro era que todavía no se hubiera comunicado conmigo... “Te llamo cuando el trabajo esté listo” me dijo horas atrás. Pero todavía no me había llamado. La cosa era simple, mientras Dolores se encargaba de que saliéramos legalmente ilesas del asunto, acomodando las coartadas. En ese mismo momento yo me tenía que encargar de que, estratégicamente, el trabajo se hiciera. Claro, la abogada se encargaba del tema legal y la comunicadora, del comunicacional. Como será que me compenetré, que leí otra vez enterito “Crimen y Castigo” de Dostoievsky. Vagamente recuerdo el día en que me lo tiró, así como un disparate que nos entretuvo por horas... - Soledad, tendríamos que terminar con esta mierda, ya no lo soporto más, la tristeza se me convirtió en bronca, hay que hacer algo. - Uhh pará, pará, esta bien que estés enculada, Dolo. Pero me parece que estás meando afuera del tarro. - En serio Sole, sabés de que te hablo, yo sé que vos sentís lo mismo que yo así que no te hagas la superada, que bien que se te remueven las entrañas cuando te acordás de lo que pasó, ¡sobre todo vos nena! Yo, bueno, medio como que me lo veía venir, ¿pero vos? ¡Cómo te cagó! - Me estás explotando la cabeza Dolo, yo ya lo superé, me olvidé de esa mierda, ya está, ya fue, ¡¿por qué seguir carcomiéndonos el bocho con este tema?! - Porque sí, porque todo vuelve, cerramos los ojos, nos hacemos las boludas, seguimos adelante, creemos de nuevo, y ¡PAF! Todo vuelve, y no podes evitar acordarte del primer hijo de puta que te lo hizo... Mmm…una explosión, ¡qué buena idea! - Uhh ¡estás re chapa nena! Está bien, si, yo creí en él, estaba enamorada, y bueno... - ¿Y? ¿Y bueno qué? ¿Ah? - Y.... bueno, nada, me cagó, ya se que me cagó, pero ya está. Yo sé que el costo fue muy alto, yo sé que te dan ganas de matarlo, Dolo, pero hay que seguir adelante, yo sigo creyendo que se puede, que es cuestión de confiar, porque sino... qué te queda en la vida ¿eh? No podes andar desconfiando de todos... - No, no digo eso, digo que deberíamos vengarnos, de ese modo sí estaríamos cerrando el círculo y podríamos empezar realmente de cero. - Uffff, mirá, no te voy a negar que me es muy tentadora la propuesta, la verdad es que puede ser, ¿y sabés por qué? Porque los dos prometieron mucho, nos sedujeron, nos mostraron que la felicidad podía ser infinita, se interesaron por nosotras, yo sinceramente no pensé que después los dos se fueran a España, como si allá regalaran algo, mirá, no entiendo ese amor a los euros, ¿por qué no se van a la puta que los parió? - Hijos de puta, dejarnos así a la mitad de la historia... ves Sole, ¿ves que es serio? Hay que hacer algo.
Y me convenció. Tardamos como dos semanas en arreglar todo, por suerte Dolores tenía un montón de contactos que nos tiraron más que una mano. Yo, en cambio, me la pasé pensando en el qué, quién, dónde, cuándo y cómo. Menos mal que tengo parientes del otro lado del charco que me contactaron con él. Uhhh, hombres si los hay... era una mezcla de Aragorn del Señor de los Anillos con McGuiver. Nos presentaron chateando, lo vi por la camarita y casi me caigo de culo. Arreglamos todo ahí, cada uno en una computadora de algún ciber perdido, cada día en uno distinto como para no levantar sospechas, la plata se la girábamos no sé cómo. Bueno, de eso se encargaba Dolores que está mas ducha en el tema. Fue fácil porque supimos que justo en esa época estaban los dos en la misma ciudad... Trabajando, turisteando, boludeando, bah. Qué bárbaro cómo la tecnología y la globalización permiten este tipo de crimen express a la distancia. Seguía sin llamarme y yo ya no daba más, di miles de vueltas en la casa, creí que todo había salido mal, que habían apresado a nuestro héroe vengador y nos habían descubierto por esa tontería de que las compus dejan grabadas las comunicaciones del chat en algún rincón de la PC. Suena el teléfono y, del susto, casi quedo como péndulo en la lámpara que cuelga del techo del comedor. Era Dolores... - Sole, boluda, ¿por qué no me llamaste? - Uh me cagué hasta las patas, todavía no me llamó el infeliz este - No me digas, bueno, acordate de que allá son las 3 de la mañana recién, capaz se demoró en los preparativos, yo ya arreglé todo por acá. - Bueno, no bien me llame te mando un mensajito - Qué mensajito boluda, llamame y decime y listo, ¿viste que mal andan las empresas estas de telefonía celular..? - Tenés razón, te llamo, pero aguantame que voy de una corrida a comprar una tarjeta porque me quedé sin crédito. - ¡Qué rata que sos! Bueno apurate, no vaya a ser cosa que te llame en el ínterin... - Bueno, bueno, no bien tenga noticias te aviso. Creo que me demoré solo dos minutos en ir al kiosco de la vuelta y comprar la tarjeta, el problema fue cargarla porque andaba congestionado el *151. En cuanto me dice que tengo plan ultra ligth 30 me suena el celular con el ringtone de Calamaro... “Nunca más voy a mentir de nuevo...” atiendo y tenia los ovarios en la garganta, la voz agallegada de nuestro héroe me dice: - ¡El trabajo se ha hecho guapa! Les exploté la clínica a esos dos cirujanos plásticos del coño, ¡joder! Y ya no nos importó a ninguna de las dos tener una teta mucho más grande que la otra.
Romina Gauna

jueves, 10 de mayo de 2007

Medianoche bizarra

(OTRO DE SANTI SAN)
I
La noche está fría, ideal. El viento húmedo refresca mi cara. Los gatos vigilan los techos, sus maullidos son alarmas. Las opacas luces vagabundas se reflejan en la calle mojada, mientras en el poste espero al bondi.
La ciudad está apagada, sólo pasan colectivos y de algunos bares sale humo. Los edificios observan desde arriba. La cañada parece una trampa mortal para los jóvenes universitarios. El ruido de los motores y el humo de los autos me hacen ver otras cosas, mientras el olor del asfalto mojado se mezcla con el de algunas empanadas, y los semáforos intermitentes decoran sin sentido el vacío centro de la ciudad. La noche es infinita, y los charcos aceitosos desembocan al final de una avenida. Suena el timbre y abandono al gigante. El barrio es un bosque de postes y cables, y camino hasta llegar al abasto. La costanera me recibe austera; mucho pool, cerveza y rock n’ roll. Esto sólo ocurre en el abasto. La luna se asoma y se suma a la caravana. Es distinto, raro, oscuro, una forma de pasar el tiempo, medianoche bizarra. El antro-bar se llena de cierta alquimia, el humor y el clima extravagante son los reyes de la noche, mientras, la luna se suma a la caravana, esta medialuna bizarra. Mucho pool, cerveza y rock n´roll, esto sólo ocurre en el abasto. El antro-bar es ideal, es refugio de filósofos callejeros, donde en la noche, sus sueños cobran vida mas allá de lo urbano...esta medianoche bizarra.
II
Suena un trino, el crepúsculo tiñe de rojo a toda figura material, la temperatura baja y el sol se hunde en un profundo sueño. La brisa húmeda refresca los cuerpos y el viento estremece los sentidos, la oscuridad despierta a los duendes, magos de las fantasías. El cielo negro –como un paño oscuro colmado de lentejuelas- aloja a miles de estrellas plateadas que son guías de soñadores viajeros nocturnos, cuyas luces iluminan los deseos mas abrumadores. El centro de esta ciudad se puebla de poetas suburbanos, y las ferias y antros se llenan de cierta magia que ni ellos pueden explicar. Los bares tangueros eliminan demonios, y se nutren con largos tangos siniestros. De un teatro salen luces de colores, mientras un hippie –filósofo callejero- sale con una empanada de un viejo bolichón de la peatonal. La noche es magia, alquimia, hora en que comienza un nuevo ritual, otra forma de vida. Hora en la que hacés cosas que nunca podrás hacer ante el sol... el rito de los corazones solitarios, la hora en que las ideas llegan a su máxima expresión y los sueños se hacen realidad. En una esquina se juega al pool, mientras una banda toca de fondo. Los colectivos pasan vacíos, y un linyera duerme en el banco de una plaza. En el instante en que el fresco viento nocturno mueve las hojas caídas, las flácidas nubes tapan algunas estrellas, y tras el reloj de alguna torre, un murciélago sale de caravana. Nada se compara con el oscuro cielo de la Catedral donde -detrás de su campanario- asoma la luna, la bruja extravagante dueña de la noche.
Santiago Pfeiderer

Adolescente papiroflexia

(GRACIAS SANTI SAN) Mis palabras son huecas, no provocan nada. Al hablar siento como si sólo las paredes y las baldosas me oyeran, y así y todo, sé que se ríen a mis espaldas. Nunca digo nada interesante, nadie reflexiona ni toma en cuenta mis vacíos enunciados. Ellas, mis flacas palabras, son como esa brisa que no se siente en verano, vagas, etéreas y sin cuerpo. Cuando hablo, quienes me oyen no me miran, algunos ni me oyen, y otros me miran con los ojos entreabiertos como compadeciéndose del estúpido espécimen que acaba de gastar palabras en vano, palabras que nadie nunca retendrá. Salen de mi boca por instinto natural pero caen al piso sin hacer ruido antes de llegar a retumbar en algún objeto. Ni el viento se lleva mis desnutridas y apáticas palabras.
Son torpes, inútiles, vacías de significado, de sentido. Todo el mundo me hace ver que no vale la pena que sean escuchadas, ya que nadie nunca les prestó atención. Mis saludos, mis respetos, mis chistes y cualquier tipo de sonido que salga de mi cavidad bucal es indiferente al universo, y todo lo que a él conforma pareciera distanciarse, lenta y sórdidamente, ante el mínimo gesto de pronunciar alguna palabra.
Cada opinión, cada acotación que profiero pasa inadvertida ante el difuso auditorio que hace caso omiso de mis pronunciaciones; como quién cierra una puerta en el otro lado del mundo, nadie se entera de lo que yo digo.
Mis palabras son huecas, sordas, mudas, brutas, ignorantes y torpes. Hasta los niños rehuyen de mis dulces arrullos paternales que con cariño evoco. Hay mujeres para las cuales existo sólo como un cuerpo con nombre, y ninguna de ellas escuchó mis tiernas declaraciones y desesperadas súplicas de amor; definitivamente ni me tuvieron en cuenta. Mi escaso vocabulario me aburre a mí mismo; recitaría un poema de tres palabras neutras y sería capaz hasta de auto-ignorarme. No tengo capacidad de reflexión, me distraen mis propios pensamientos, y mis discursos aturden al más concentrado por ser ellos una maraña de balbuceos inentendibles. Siento que mis palabras me consumen a mí mismo y que me envuelven en una jaula de hierro forjado. En su interior todo me asfixia.
¡Si alguien pudiera escucharme!
¡Si yo pudiera comprenderme!
Santiago Pfeiderer

miércoles, 9 de mayo de 2007

OTRA VEZ

(PRIMER RELATO RESPUESTA, AL AIRE EN EL UMBRAL DEL 9 DE MAYO. LEED Y ESCUCHAD, OH UMBRALISTAS) Casi ni se aceleraba. Pero ese día los nervios sobrepasaron su raya. Abre la puerta de su departamento, hace el primer paso y encuentra una boleta. Los carteros del Apocalipsis habían llegado esa mañana: “150 pesos de teléfono la puta madre”. Dolió como si se hubieran olvidado la anestesia. Se fija en la mesita ratona y ve tres sobres más, parecía que el mundo estaba por terminar para él (cuando se enoja desborda el vaso de agua). Casi una gota toca su pómulo (efectivamente el mundo estaba por terminar). Esa mañana esperó una hora al que le debía guita y no llegó "… no se qué cree ese, que me voy a olvidar”. Trabajar catorce horas y recibir 700 pesos no es equilibrio, ni mucho menos armonía “Bueno, qué le voy a hacer, es lo que hay. Mejor prendo el tele y me relajo un poco”, se repetía sin ánimo. Pero nunca se lo imaginó, mucho menos lo soñó “…dónde puta está el control remoto” busca, busca… muchos, muchos papeles y nada, esa cajita cuadrada no estaba. La sangre le apretaba la vena pero el insolente no se mostraba (el silencio del lugar, una calle sin salida). Me pregunto cómo se ha dejado llevar a esa calle sin salida…Apretaba el puño, los ojos grandes estallaban de par en par y no, no lo veía. Primero buscaba a la altura de su estómago: la mesa, el escritorio, dos pasos mas allá en la cocina, tres a la izquierda en su habitación, en la cama, en el ropero y el vacío era más grande. En segundo lugar buscaba a la altura de sus pies: debajo de la mesa, de las sillas, de la cocina. Fue más allá y se agachó debajo de la cama. Le dio el puñetazo que el piso se merecía y no quiso buscar más. Y la vida siguió igual que las cosas sin mucho sentido. Prendió el tele manualmente y dejó el único canal que se puede ver sin el control remoto. La sangre dio tregua y se calmó, piensa: “Cómo pudo sucederme a mi ¿Quién me lo ha robado? Yo no hice trato con el destino” La libertad es siempre paradójica. Cigarrillo en la boca, copa de vino en la mesa y, por último, un sándwich de salame en la mano. Las cosas no dejan de mejorar. En la tele, una de amor… Miró el techo, exhaló el aire y de vuelta derrotado “Hace un año que me dejó y el agridulce no se va. La odio pero ni la pienso olvidar…” los músculos faciales lo hacían mirar la tele, no lo dejaban relajar. Las escenas en la cama le molestaban, no se por qué. La historia coincidía con la propia y eso le producía cierto fastidio. “¿Los directores no tendrán otro tema que no hastíe a la gente, que no coincida con todas las demás?” Está dormido y finge que duerme, la misma mosca se posa en su boca y sin embargo la vida va a terminar. No importaba cuándo (ni siquiera ahora), se aleja corriendo de la cama. La ropa ya no estaba en su cuerpo, su boca sucia repetía “la puta madre”, la velocidad empezaba a crecer (desde el séptimo piso a la vereda hay veintiún metros) y entonces ¿para que sirve la meditación?: se cree que el buda habría alcanzado el nirvana mientras meditaba bajo un árbol. Este lugar no parecía un árbol pero él no dejaba de meditar. Se libera totalmente de la avaricia, el odio y la ignorancia y piensa: “la libertad nunca ofrece protección…” entre otras cosas. La velocidad decreció muy rápido (llegó a la vereda) y él no paraba en su mejoría. Silencio seco, insoportable, impalpable, y de vuelta a empezar.

Nacho Scerbo