jueves, 10 de mayo de 2007

Medianoche bizarra

(OTRO DE SANTI SAN)
I
La noche está fría, ideal. El viento húmedo refresca mi cara. Los gatos vigilan los techos, sus maullidos son alarmas. Las opacas luces vagabundas se reflejan en la calle mojada, mientras en el poste espero al bondi.
La ciudad está apagada, sólo pasan colectivos y de algunos bares sale humo. Los edificios observan desde arriba. La cañada parece una trampa mortal para los jóvenes universitarios. El ruido de los motores y el humo de los autos me hacen ver otras cosas, mientras el olor del asfalto mojado se mezcla con el de algunas empanadas, y los semáforos intermitentes decoran sin sentido el vacío centro de la ciudad. La noche es infinita, y los charcos aceitosos desembocan al final de una avenida. Suena el timbre y abandono al gigante. El barrio es un bosque de postes y cables, y camino hasta llegar al abasto. La costanera me recibe austera; mucho pool, cerveza y rock n’ roll. Esto sólo ocurre en el abasto. La luna se asoma y se suma a la caravana. Es distinto, raro, oscuro, una forma de pasar el tiempo, medianoche bizarra. El antro-bar se llena de cierta alquimia, el humor y el clima extravagante son los reyes de la noche, mientras, la luna se suma a la caravana, esta medialuna bizarra. Mucho pool, cerveza y rock n´roll, esto sólo ocurre en el abasto. El antro-bar es ideal, es refugio de filósofos callejeros, donde en la noche, sus sueños cobran vida mas allá de lo urbano...esta medianoche bizarra.
II
Suena un trino, el crepúsculo tiñe de rojo a toda figura material, la temperatura baja y el sol se hunde en un profundo sueño. La brisa húmeda refresca los cuerpos y el viento estremece los sentidos, la oscuridad despierta a los duendes, magos de las fantasías. El cielo negro –como un paño oscuro colmado de lentejuelas- aloja a miles de estrellas plateadas que son guías de soñadores viajeros nocturnos, cuyas luces iluminan los deseos mas abrumadores. El centro de esta ciudad se puebla de poetas suburbanos, y las ferias y antros se llenan de cierta magia que ni ellos pueden explicar. Los bares tangueros eliminan demonios, y se nutren con largos tangos siniestros. De un teatro salen luces de colores, mientras un hippie –filósofo callejero- sale con una empanada de un viejo bolichón de la peatonal. La noche es magia, alquimia, hora en que comienza un nuevo ritual, otra forma de vida. Hora en la que hacés cosas que nunca podrás hacer ante el sol... el rito de los corazones solitarios, la hora en que las ideas llegan a su máxima expresión y los sueños se hacen realidad. En una esquina se juega al pool, mientras una banda toca de fondo. Los colectivos pasan vacíos, y un linyera duerme en el banco de una plaza. En el instante en que el fresco viento nocturno mueve las hojas caídas, las flácidas nubes tapan algunas estrellas, y tras el reloj de alguna torre, un murciélago sale de caravana. Nada se compara con el oscuro cielo de la Catedral donde -detrás de su campanario- asoma la luna, la bruja extravagante dueña de la noche.
Santiago Pfeiderer

1 comentario:

Anónimo dijo...

Grande santiago! qué hermosa descripción de la city, taría bárbaro hacer una historia en ese escenario, qué escenario Córdoba, quién diría ...