jueves, 28 de junio de 2007

domingo, 24 de junio de 2007

EL PERSONAJE

Sale de la oficina preocupado. Contarle a Gloria que lo han despedido va a ser todo un drama: volverán a discutir, a gritar, ella lo tratará de inútil, amenazará con abandonarlo una vez más. Es injusto, piensa, más ahora que se habían dado otra oportunidad. Mira hacia el cielo, acaso en busca de alguna respuesta, y una paloma lo caga en la frente. Evidentemente, no es su día. Al llegar a la casa, escucha ruidos extraños. Lo único que falta, piensa, es que hayan entrado a robar. Sin embargo, en su habitación no se encuentra con ladrones sino con su mujer. Está en la cama, debajo del profesor de yoga que en ese momento se mueve con mayor rapidez, a punto de llegar al clímax. Es un joven musculoso, de brazos tatuados, abdominales de piedra. –Cómo pudiste hacerme esto, Gloria –murmura. Su mejor opción es irse de ahí. Si arma una escena de celos, lo más probable es que termine con un ojo morado. Al darse vuelta, patea una caja de preservativos extra large, cosa que le recuerda cierto complejo supuestamente superado en terapia. Quiere salir corriendo, pero resbala en un charco de lubricante íntimo, se golpea la nuca con el filo de la cómoda y pierde el conocimiento. Despierta dos horas más tarde. Al pie del velador hay una nota en donde Gloria dice que lo deja y que se lleva los ahorros y el perro. –¡No, Fido, vos no! –solloza. Va a la cocina pensando que, en cuarenta años, ha estado con tres mujeres y las tres lo engañaron. Victoria con el psicólogo. Justa, con el jardinero. Y ahora Gloria... ¿Por qué? ¡Por qué!, se dice cuando una paloma entra por el ventiluz y le arroja una cagadita teledirigida al ojo. Entonces tiene una iluminación. Lo que le ocurre es absurdo, ilógico. Su vida es demasiado patética como para ser real. Aunque nunca lo ha interpretado de esa manera, siente que ha dado en el clavo. Sí, lo están manipulando, están jugando con él, como si fuese una marioneta o, mejor dicho... –Como si fuese un personaje. ¡Eso es! –exclama. ¡Soy un personaje! Exaltado, va a desnudarse frente al espejo del living. Una deformidad congénita (o lo que él creía que era una deformidad congénita) ha reducido su miembro viril a un tercio de la media normal. ¿Acaso es divertido? ¿Es divertido lo de la calvicie? ¿Y lo del tic nervioso? La grotesca imagen de su cuerpo le parece el fruto de una mente vulgar. Luego de meditar un rato sobre su condición ficticia, llega a otra conclusión: las mujeres de las que se enamoró nunca existieron. Al menos no existieron realmente. Repasa sus nombres: Victoria, Justa, Gloria... –¡No sos un escritor! –ríe en voz alta. Sos una escritora ¡Cómo no me di cuenta! Con esos nombres, seguro que sos una feminista. ¡Patético recurso, resentida! El timbre lo extrae de sus divagaciones existencialistas. Al atender la puerta, dos policías irrumpen en la habitación y proceden a detenerlo. Su rostro coincide con el identikit de un violador serial, le explican. En la comisaría, le pintan los dedos y lo encierran en una celda. Los demás presos le arrojan besitos, le dicen piropos obscenos. –Ninguna escritora es tan cruel –considera sumamente aterrado. Probablemente se trate de... no sé, otra clase de escritor, a lo mejor de un escritor... gay. Sí, podría ser un gay. A ese tipo de gente le gusta describir escenas de sexo grupal, de violaciones... Temblando, nota que se está refiriendo a los gays en términos de gays, no de mariquitas ni de trolos ni de putos, como haría en otras circunstancias. El detalle le parece típico de la literatura... gay. De repente, una mano se apoya en su hombro. –No –ruega entre dientes, prometo no hacer más chistes. Hasta puedo, qué sé yo, leer poesía, ir a museos, hacer esas cosas de homosexuales. ¿Viste? Ahora les digo homosexuales. ¿Te das cuenta?, estoy cambiando... Por favor. –Dejá de llorar –le ordena el oficial. Revisamos tus antecedentes. Te podés ir. En la calle, las palomas parecen empeñadas en cagarle encima. Se toca la cabeza diciéndose que hay un límite; ya no le interesa si es escritor, escritora o gay: si la novelita sigue así, se va a volver loco. Aunque, ahora que lo piensa, el personaje del loco en la literatura suele ser interesante; casi siempre es un genio, alguien incapaz de adaptarse a las reglas. Pero también es cierto que, a veces, el loco encarna las ideas del autor, y él se niega rotundamente a ser portavoz de semejante degenerado de la palabra. No señor. Él quiere ser libre. Por eso, cuando regresa a la casa, cierra puertas y ventanas, apaga las luces, se encierra en su habitación y saca el revólver del ropero. Después de revisar la carga, se lo mete en la boca y dispara. Cuando abre los ojos, Gloria está sentada a su lado. –¡Te suicidaste por mí! –llora la mujer– Mi amor, mi bebé... El personaje tiene la mirada perdida. También llora. Esto es inverosímil, una historia de porquería, un insulto para el lector. Nadie se salva de un tiro en la cabeza. ¿Y ahora qué? ¿Quedará paralítico? ¿Con alguna disfunción mental? ¿Qué más, a ver? –Hablé con Vicky y con Justa –prosigue Gloria, y ellas también te quieren. Las palabras de su mujer rebotan en sus oídos. Está cansado. La situación se ha tornado insoportable; sea cual fuese el argumento del relato, es una vulgar fantochada. –Estuvimos hablando con las chicas y queremos hacer una “fiestita”. Cuando te recuperes, ¿entendés? –dice Gloria mientras mete sus manos por debajo de las sábanas. El personaje duda antes de hablar. –Ya entiendo –dice después de un tiempo. Querés reconciliarte... Y, si bien Gloria le jura que reconciliarse con él es lo que más quiere en la vida, el personaje no se dirige a ella, sino al autor.
David Voloj

lunes, 18 de junio de 2007

Las Locas de Yapeyú (por Nardo)

Armanda Manuela se despertó, miró el techo, se refregó los ojos y cayó de la cama, casi a gatas llegó a la cocina donde desayunaba, en bata, con los pelos enmarañados y las ojeras que se le posaban en sus faldas, Mariana Fabiana.
- ¿Qué te pasa Armanda Manuela?
- ¡Es increíble! ¡en mi pieza tengo una mancha de humedad gigantezca! - Armanda Manuela gritaba desesperadamente mientras se levantaba del piso aferrándose al borde de la mesa. Mariana Fabiana le tiró una tostada con mermelada de papayas pegándole en la frente, Armanda Manuela se desmayó, Mariana Fabiana corrió hacia la pieza de Gisela Mariela y le pidió que urgente sacara su caja de herramientas y arreglara la mancha de humedad en la pieza de Armanda Manuela.
- ¿Recordás los tiempos en que saltabamos y jugabamos en las veredas de las otoñales calles de Yapeyú? - le preguntaba Mariana Fabiana a Armanda Manuela
- ¿Qué hacemos acá? - preguntó Armanda Manuela cuando vio que, bruscamente, Mariana Fabiana le acariciaba los cabellos a la vez que descubría que estaban tiradas en el patio de la casa que alquilaban juntas, con su amiga Gisela Mariela.
- No te preocupes, Gisela Mariela está solucionando tu problema, dejáme que te acaricie más el pelo ¿Querés?
- ¡Dejáme, van a hacer lo mismo de siempre, la otra hija de puta va a tapar todo con un poco de pintura! ¡La mancha de humedad nunca se irá! ¡Nunca! - Armanda Manuela corrió con todas sus fuerzas, resbaló y golpeó su pera contra el filo de la mesa, Mariana Fabiana gritó y Gisela Mariela apareció en la cocina y vio lo que había sucedido.
- ¿Qué hacemos Gisela Mariela? Creo que Armanda Manuela ha muerto – dijo Mariana Fabiana al borde de las lágrimas.
- Debemos enterrarla en el patio, mal que nos pese, nadie creerá que esto fue un accidente – mientras Gisela Noelia soltaba estas palabras, Mariana Fabiana ya iba envolviendo a su amiga con el mantel, mantel sobre el cual habían almorzado tantas veces. Cuando Armanda Manuela llegó a ese hogar, Mariana Fabiana y Gisela Mariela acababan de despedir a una entrañable amiga. Armanda Manuela fue, entonces, como una fuente donde canalizar el dolor de la pérdida, juntas armaron una hermandad de a tres, nadie podría tocarlas, nadie se interpondría entre ellas, “juntas... son dinamita” diría el panadero de la esquina al ser consultado por diversos detectives que nunca llegaron a la conclusión de lo que había sucedido en el caso de “Las Locas de Yapeyú” nadie las entendería, nunca.
- ¿Quién va a cavar el pozo? - preguntó Mariana Fabiana.
- Mariana Fabiana, ya hay tres pozos hechos en el patio, los hicimos por las dudas, tienen nuestros nombres y lápidas – explicó casi ofendida Gisela Mariela.
- Eso es lo más dulce que has hecho desde que te conozco Gisela Mariela, perdóname por no haberlo tenido en cuenta – Mariana Fabiana soltó el cuerpo de Armanda Manuela y abrazó con todas sus fuerzas a Gisela Mariela.
El cuerpo de Armanda Manuela se comenzó a mover, Mariana Fabiana y Gisela Mariela se miraban, directo a los ojos, era una fraternidad que se reforzaba con cada pérdida. Armanda Manuela sintió el golpe contra el fondo de la fosa, no podía moverse y descubría de a poco lo que sucedía, veía a trasluz el atardecer, a través de los duendes dibujados en el mantel; la mancha de mermelada de papaya provocaba que la tela del mantel se le pegara a la nariz y sentía la tierra que, de a poco, iba cayendo sobre ella.
- Estamos aquí reunidas para despedir a la que fue nuestra amiga, - comenzó Mariana Fabiana y continuó - nuestra compañera, parte de nosotras se va contigo Armanda Noelia.
- Manuela – la corrigió Gisela Mariela.
- Gracias, fuiste la que más tiempo ha estado a nuestro lado, estas dos semanas serán inolvidables y quedarás grabada en nuestras retinas Armanda Nilda.
- Manuela
- ¡Dejá de corregirme! ¡Siempre hacés lo mismo, estoy tan cansada de tu asedio! - gritó Mariana Fabiana y con la pala que utilizaba de cruz para decir aquellas palabras le encestó un fuerte golpe a Gisela Noelia en la sien, ésta se tambaleó unos segundos mientras un fuerte caudal de sangre emergía y bañaba su solera turquesa hasta caer dentro de la fosa con su nombre. Mariana Fabiana no podía creer lo que pasaba, las lágrimas mojaron su cara y su mirada se nubló, corrió para sacarla de la fosa, pero su poca visibilidad hizo que se tropezara con Manuelita, la tortuga que ella venía heredando de generación en generación, a la cual le cambiaban de nombre según las épocas, ese animal quizás tendría unos 130 años. Mariana Fabiana trastabilló y terminó en la fosa con su nombre, inconsciente. Ese día llovió en Córdoba como nunca lo había hecho antes, todos recuerdan aquel febrero de las piedras gigantes, sobre todo aquellos que recién compraban sus autos o recién les hacían chapa y pintura y fueron víctimas de aquellos misiles de hielo que caían desde el cielo. Años después un científico cordobés habría explicado que “uno de los cuerpos está en avanzado grado de descomposición, los otros dos se conservan gracias, supongo, a una fuerte concentración de hielo posteriormente tapado con lodo que habría bajado desde la pendiente que se pronunciaba al norte de ese patio” “Las locas de Yapeyú” nunca se borrarán de nuestra memoria, así como el gol de Maradona en el ´86 a los ingleses.
Nardo Escanilla

BREVE HISTORIA RADIAL CON MOTIVO DEL CUMPLEAÑITOS DEL UMBRAL, A CINCO VOCES

En un rincón de la Docta de cuyo nombre no puedo acordarme pues hace rato quemé la neurona que hizo sinapsis en el día del recuerdo en cuestión… érase una vez en Córdoba, digo, una niña, y una inquietud: - ¿Qué me aflige, qué me aqueja? Es esta terrible melancolía estudiantil, este esplín de juventud. ¡Siento que no hago nada por la vida, por mi carrera, por la comunicación de las ideas, la difusión del arte, por la sagrada misión de colaborarle un poco a la cultura, che! Comunicó la niña su inquietud a una amiga, quien en ese momento despotricaba contra el aparato radial que se negaba a funcionar: - Esta radio es una porquería, hacé algo nena, ayudameeee La niña equivocó la idea, pero de ideas que erraron el rumbo nacen las grandes historias y ésta agarró viaje con eso de hacer una buena radio. Se subieron a una canción y llegaron al aire del Revés. Dios las cría y el viento las amontona… pues no hay dos sin tres, ni cuaaatro, ni ciiinco… Escuché que fueron charlando con la gente, los artistas, los locos, los adictos a su trabajo, personajes delirantes, admirables, o simplemente muy piolas. Se llenaron de música, de imágenes, caminaron las palabras y los próceres. Todo lo hicieron voz… Y llegaron cada noche al umbral de una aventura, desde el que los ojos se tiraban de cabeza. Y desde el umbral están mirando los confines de la docta, diciendo en el límite que esta historia -¿quién diría?- que esta historia sería…