Armanda Manuela se despertó, miró el techo, se refregó los ojos y cayó de la cama, casi a gatas llegó a la cocina donde desayunaba, en bata, con los pelos enmarañados y las ojeras que se le posaban en sus faldas, Mariana Fabiana.
- ¿Qué te pasa Armanda Manuela?
- ¡Es increíble! ¡en mi pieza tengo una mancha de humedad gigantezca! - Armanda Manuela gritaba desesperadamente mientras se levantaba del piso aferrándose al borde de la mesa.
Mariana Fabiana le tiró una tostada con mermelada de papayas pegándole en la frente, Armanda Manuela se desmayó, Mariana Fabiana corrió hacia la pieza de Gisela Mariela y le pidió que urgente sacara su caja de herramientas y arreglara la mancha de humedad en la pieza de Armanda Manuela.
- ¿Recordás los tiempos en que saltabamos y jugabamos en las veredas de las otoñales calles de Yapeyú? - le preguntaba Mariana Fabiana a Armanda Manuela
- ¿Qué hacemos acá? - preguntó Armanda Manuela cuando vio que, bruscamente, Mariana Fabiana le acariciaba los cabellos a la vez que descubría que estaban tiradas en el patio de la casa que alquilaban juntas, con su amiga Gisela Mariela.
- No te preocupes, Gisela Mariela está solucionando tu problema, dejáme que te acaricie más el pelo ¿Querés?
- ¡Dejáme, van a hacer lo mismo de siempre, la otra hija de puta va a tapar todo con un poco de pintura! ¡La mancha de humedad nunca se irá! ¡Nunca! - Armanda Manuela corrió con todas sus fuerzas, resbaló y golpeó su pera contra el filo de la mesa, Mariana Fabiana gritó y Gisela Mariela apareció en la cocina y vio lo que había sucedido.
- ¿Qué hacemos Gisela Mariela? Creo que Armanda Manuela ha muerto – dijo Mariana Fabiana al borde de las lágrimas.
- Debemos enterrarla en el patio, mal que nos pese, nadie creerá que esto fue un accidente – mientras Gisela Noelia soltaba estas palabras, Mariana Fabiana ya iba envolviendo a su amiga con el mantel, mantel sobre el cual habían almorzado tantas veces. Cuando Armanda Manuela llegó a ese hogar, Mariana Fabiana y Gisela Mariela acababan de despedir a una entrañable amiga. Armanda Manuela fue, entonces, como una fuente donde canalizar el dolor de la pérdida, juntas armaron una hermandad de a tres, nadie podría tocarlas, nadie se interpondría entre ellas, “juntas... son dinamita” diría el panadero de la esquina al ser consultado por diversos detectives que nunca llegaron a la conclusión de lo que había sucedido en el caso de “Las Locas de Yapeyú” nadie las entendería, nunca.
- ¿Quién va a cavar el pozo? - preguntó Mariana Fabiana.
- Mariana Fabiana, ya hay tres pozos hechos en el patio, los hicimos por las dudas, tienen nuestros nombres y lápidas – explicó casi ofendida Gisela Mariela.
- Eso es lo más dulce que has hecho desde que te conozco Gisela Mariela, perdóname por no haberlo tenido en cuenta – Mariana Fabiana soltó el cuerpo de Armanda Manuela y abrazó con todas sus fuerzas a Gisela Mariela.
El cuerpo de Armanda Manuela se comenzó a mover, Mariana Fabiana y Gisela Mariela se miraban, directo a los ojos, era una fraternidad que se reforzaba con cada pérdida. Armanda Manuela sintió el golpe contra el fondo de la fosa, no podía moverse y descubría de a poco lo que sucedía, veía a trasluz el atardecer, a través de los duendes dibujados en el mantel; la mancha de mermelada de papaya provocaba que la tela del mantel se le pegara a la nariz y sentía la tierra que, de a poco, iba cayendo sobre ella.
- Estamos aquí reunidas para despedir a la que fue nuestra amiga, - comenzó Mariana Fabiana y continuó - nuestra compañera, parte de nosotras se va contigo Armanda Noelia.
- Manuela – la corrigió Gisela Mariela.
- Gracias, fuiste la que más tiempo ha estado a nuestro lado, estas dos semanas serán inolvidables y quedarás grabada en nuestras retinas Armanda Nilda.
- Manuela
- ¡Dejá de corregirme! ¡Siempre hacés lo mismo, estoy tan cansada de tu asedio! - gritó Mariana Fabiana y con la pala que utilizaba de cruz para decir aquellas palabras le encestó un fuerte golpe a Gisela Noelia en la sien, ésta se tambaleó unos segundos mientras un fuerte caudal de sangre emergía y bañaba su solera turquesa hasta caer dentro de la fosa con su nombre.
Mariana Fabiana no podía creer lo que pasaba, las lágrimas mojaron su cara y su mirada se nubló, corrió para sacarla de la fosa, pero su poca visibilidad hizo que se tropezara con Manuelita, la tortuga que ella venía heredando de generación en generación, a la cual le cambiaban de nombre según las épocas, ese animal quizás tendría unos 130 años. Mariana Fabiana trastabilló y terminó en la fosa con su nombre, inconsciente. Ese día llovió en Córdoba como nunca lo había hecho antes, todos recuerdan aquel febrero de las piedras gigantes, sobre todo aquellos que recién compraban sus autos o recién les hacían chapa y pintura y fueron víctimas de aquellos misiles de hielo que caían desde el cielo.
Años después un científico cordobés habría explicado que “uno de los cuerpos está en avanzado grado de descomposición, los otros dos se conservan gracias, supongo, a una fuerte concentración de hielo posteriormente tapado con lodo que habría bajado desde la pendiente que se pronunciaba al norte de ese patio”
“Las locas de Yapeyú” nunca se borrarán de nuestra memoria, así como el gol de Maradona en el ´86 a los ingleses.
Nardo Escanilla